06 abril 2006

Aparición

Apareces en mi vida
como el ave que vuela por el cielo,
como el viento que susurra tu nombre engalanado
al ritmo de este amor entusiasmado.

Brotas como el manantial en el desierto
para que mi sed se calme con tus besos,
dibujas las olas que en su movimiento
llevan mi barco hacia tu puerto.

Provocas mi piel con tus encantos,
como un hechizo aquí en mi alma,
vives en mi sueño,
robas mi calma.

Invades el aire que yo respiro,
eres mi canción
y mi suspiro,
eres real como la luna
y en mi total convencimiento
se que como tu no habrá ninguna.


autor: ZASDREA


UNA TARDE DE PRIMAVERA


Llegaste a mi vida
una tarde cálida primavera,
no sé bien en qué momento apareciste
pero lo supe en ese instante
y fue ahí cuando entraste en mi ser...

Fuiste adueñándote de mi cuerpo
y yo te dí refugio en él,
buscaste mi calor interior
y yo te lo brindé con amor...

Sentimientos nuevos y puros
fueron abriéndose paso en mi alma
alma que aún no había descubierto

Ay... cielo mío... mi alma eras tú
mas yo no lo sabía en ese momento
pero tu vida que ya estaba dentro de mí,
me lo anunció con una caricia,
y mi vida tuvo sentido..
y mi instinto se despertó...

Mi vida se llenó de luz...
y nuestras vidas se unieron
en cuerpo y alma
en un lazo inquebrantable
aquella cálida tarde de primavera
cuando te dí a luz
a tí... mi pequeña alma mía.


autor: victoria_peckham2




Estás hecha del aire, del agua, del sonido,
todos colaboraron en tu naturaleza;
yo te respiro y bebo y escucho, y me he dormido
en el sereno abrazo donde tu vida empieza.

Me conociste un día sin conocerme apenas,
y aprendiste mi nombre muchos años más tarde;
tantas cosas tuvimos, personales y ajenas,
que no identificamos, uno y otro cobarde.

Cuando al fin el relámpago reventó en osadía,
vimos quebrarse el negro hierro de los grilletes,
y liberados ambos, nuestra ofrenda tardía
fue una infancia madura de ritos y juguetes.




Presencia

La sala es como un alma adormecida,
y oigo rítmicos, suaves, sus latidos.

A nadie veo, pero sé que pasas
por su penumbra. Tibios remolinos
en el aire denuncian tu presencia,
aunque el espejo es un cristal tranquilo.

Siete sillas se acercan a la mesa,
pero la octava rompe el equilibrio,
separada y en ángulo. Me acerco
con el leve sigilo
de quien se atreve y a la vez fluctúa;
mis dedos son temblores; los deslizo,
flotantes en el aire,
esperando el contacto del vestido,
de tu espalda, el cabello derramado
sobre tus hombros, pero no percibo
la fricción o relieve anticipados,
y recojo la mano, la retiro.

Sé que aún estás, sin verte, sin tocarte,
eres tan evidente…, cada indicio
de tu presencia no produce imagen,
ni tacto, ni perfume, ni el crujido
de la tarima bajo el pie tan leve,
y sin embargo sé que estás conmigo,
casi a mi alcance, como cuando observo
ligera oscilación en los visillos.

Te hablo en voz baja, porque sé que me oyes,
no puedes responder, pero sonrío
adivinando tu sonrisa tenue
cada vez que a tu espíritu me arrimo.

O quizá le atravieso, o permanezco
dentro de ti a la vez que te persigo.

Ah, qué abrazo integral, no superpuestos,
sino en acoplamiento posesivo.

No siempre estás aquí, pero hoy qué claro
diciéndomelo está el sexto sentido.

Me sentaré en tu silla,
te sentarás conmigo,
y cerraré los ojos, sin dormirme,
y habrá, no sé si un solo, o dos suspiros.



autor: Francisco Alvarez Hidalgo

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