03 abril 2006

Entrarás caminante?

Somos islotes en el mar perdidos,
padeciendo la endémica fiereza
de las olas. Enigmas revestidos
de formas claras y gentil belleza
asedian el cerebro, decididos
a reformarle pieza sobre pieza.
La mente duerme, y al salir del sueño,
deberá elaborar otro diseño.


Entrarás, caminante?


Cuántos rincones tengo que no han sido explorados,
los que la luz apenas recuerda, los oscuros,
aguardando tanteos o pasos atenuados,
y los que, timoratos, se rodean de muros.

Nunca he puesto a mi puerta ni aldaba ni cerrojo,
la chimenea indica que hay un leño en el fuego,
en la mesa dos vasos de añejo vino rojo,
y en la alcoba un estrado para el amor o el juego.

Caminante que llegas de horizontes lejanos,
que tantas, tantas tierras te dieron hospedaje;
no importan las fragancias que aún permean tus manos,
ni que me consideres un alto en tu viaje.

La vida no es un tiempo dilatado, es un día,
hoy sólo, no mañana, como tampoco ayer;
la facultad de hacerla júbilo o agonía
radica en uno mismo, pues querer es poder.

Este día que entera mi vida representa,
este día que es solo, todo lo que poseo,
a rugidos me empuja, y en silencio me alienta
a cortar las sangrantes rosas de mi deseo.

Eres tú, caminante, cuyos pies acumulan
polvo y sudor de tantos caminos y ciudades,
eres tú, cuyos labios trémulos articulan
las audacias más firmes, las más hondas verdades;

eres tú quien espero que al cruzar por mi puerta
interrumpa su marcha, y a mi espacio se integre,
y que el día, o la vida, se agite y me convierta
cada rincón aislado, en mercadillo alegre.

No te propongo nudo, vínculo ni contrato
con hedores de cárcel. ¿Entrarás, caminante?
La vida, el día tienen carácter inmediato,
y sólo en el presente se puede ser amante.


autor: Francisco Álvarez Hidalgo

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