brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.
Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.
Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.
Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.
Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.
Feroces y reunidas en un bando sangriento
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.
No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.
Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.
Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.
¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.
Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.
autor: Miguel Hernández
(De Vientos del pueblo)
España, 15 de febrero de 1937.
Ahora y aquí
Hoy he empezado a amarte, sin mañana,
por eso en este amor sobran promesas;
si dos vidas, dos almas siamesas,
nadie separe lo que amor hermana.
Pasará la incesante caravana
de amantes, de mendigos, de princesas,
tan predecibles, faltos de sorpresas,
cabalgando rutinas y desgana.
Sus huellas en la senda polvorienta
rastro inútil serán, que el aire aventa,
ni digno de lamento o de añoranza.
Tus pies, mis pies, son ciego torbellino,
que ni viene ni va por el camino:
se mantiene en un punto, y sobre él danza
autor Francisco Álvarez Hidalgo
No me quites la ilusión
Estas ganas de verte
limitan al sur
con la agonía de no tenerte
la nostalgia de un beso
llena el aire en que no estás.
no me sirve el recuerdo
ni siquiera
una promesa de amor eterno
me golpea en silencio
el dolor de estar sin ti.
Y si ya no me quieres
no me lo digas.
No me quites la ilusión
déjame que sueñe todavía
que me quieres, que me extrañas
y que me recuerdas cada día.
Que me llamas por las noches
y que en sueños soy tu compañía
que me olvidas y es mentira
que este amor no muere todavía.
Ya no quiero quietud
busco ahora el desamparo
entre ellos se estorban
mis latidos y es por ti
Ya no quiero descanso
no quiero una tregua
no quiero estar sin tus besos
ya no hay nada que puedas hacer
te has quedado anclada en mí.
Y si ya no me quieres
no me lo digas.
No me quites la ilusión
déjame que sueñe todavía
que me quieres, que me extrañas
y que me recuerdas cada día.
Que me llamas por las noches
y que en sueños soy tu compañía
que me olvidas y es mentira
que este amor no muere y todavía.
Yo no pierdo la ilusión
de estar nuevamente entre tus brazos
no me canso de esperarte
a manos del deseo yo me muero.
Yo te espero
yo te quiero
yo te envuelvo
y yo no puedo
yo me enredo
en tu recuerdo
quiero comenzar
de nuevo.
canta Alberto Plaza
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