Cuando aparece el dolor, cuando llega el sufrimiento por pequeño o grande que sea, es necesario aceptarlo con paz. Decimos que el mejor maestro es el dolor y sabe por qué?
Porque nos hace más sensibles y comprensivos ante el dolor ajeno, quien ha sufrido, siempre sabrá escuchar, comprender, disculpar. El dolor nos madura, humaniza, nos hace humildes, nos hace capaz de pedir ayuda y dar consuelo.
Dicen que los ojos que han llorado ven mejor y es muy cierto, las lágrimas limpian el alma y no le impiden la entrada a Dios en nuestro corazón.
A el maestro dolor debemos tomarlo como una parte de la vida y aprender que es una forma de irnos madurando, nos hace crecer espiritualmente si sabemos sacarle provecho.
Cuando en nuestra vida todo es plenitud, salud, viajes, etc., no se elevan los ojos al cielo, todo al suelo, a lo terrenal.
Pero cuando se sufre de soledad, enfermedad, tristeza, vacío del alma, aprendemos a elevar los ojos hacia nuestro padre Dios (Nota personal: obvio, para los que creen en él).
La alegría fabricada es mala. Es como una copa de alcohol que embriaga y hace olvidar por un ratito la realidad en que vivimos. es necesario aceptar la realidad aunque sea dolorosa, esto siempre será mejor. El dolor nos enseña a amar, a perdonar, a ser
humildes. El dolor es parte de la vida y es el mejor método para madurar.
María Julia Lafuente
¡Allí se encontraba!
Justo en aquel lugar
donde siempre se sentaba;
en un banquito solitario
donde nadie le molestaba
y donde los rayos del sol,
directo a su cara, llegaban.
Su rostro como siempre,
con una palidez extrema;
su figura demacrada;
sus piernas estaban tan delgadas
que casi no se diferenciaban
de sus tiernos brazos que,
apenas se sostenían sobre su falda.
Su mirada: triste, llorosa, agotada,
perdida en el umbral del amanecer,
y sus ojos... sus ojos brillaban
con un resplandor especial,
como pidiendo algo;
como encontrando nada.
¡Era una hermosa mañana...!
Los juguetones pajarillos
entonaban su hermosa melodía
como si se la dedicaran.
La brisa se hizo más fuerte,
mas no violenta,
acariciando su faz;
como quien roza de la vida,
la muerte...!
Su cabello,
el poco que le quedaba,
volaba danzando al viento
como acariciando el alba.
Su sonrisa... esa hermosa sonrisa
que a todo alumbraba,
fue desapareciendo, sutilmente,
sabiendo lo que pasaba.
¡Era su momento...!
Se enfrentaba cara a cara
con lo que unos meses antes
su doctor le aseguraba;
dejando sus esperanzas
de una vida prolongada,
en un banquito pintado
de dolor y de nostalgia.
Pero allí estaba...
dándole a la vida
su última mirada;
diciendo adiós a un destino
que en su libro ya no estaba,
pues aquella enfermedad
tristemente le acechaba.
¡Qué dura es la vida a veces...!
una persona tan sana,
en unos pocos meses
su último suspiro brindaba.
Esas células cancerosas
nunca fueron invitadas,
mas se metieron en su ser;
arrancándole sus sueños,
sus metas, su juventud,
el amor de su familia,
sus ilusiones, sus ansias.
Entraron sin ser llamadas,
negándose a salir de ese cuerpo
del que hicieron su morada.
¡No existe un porqué...!
Esos visitantes inoportunos
su vida le arrebataban:
sin preguntar,
sin tocar a la puerta,
sin ver dentro de quién estaban.
Un ser humano increíble
que, siempre se dedicaba
a hacer el bien a su gente;
que todo de sí brindaba.
Aquel banquito sería el testigo
de pensamientos que quedaron
impregnados en su interior;
de utopías que se disolvían;
de dudas que no se aclaraban;
de un fuerte dolor físico
que destrozaba aquel cuerpo
que, entre alaridos y sollozos
su aflicción soportaba.
Fueron horas de agonía...
Sus minutos ya contados,
pero no se retiraba
de su banquito amado.
No quiso que nadie viera
su sufrimiento terminado,
y se sumergió en un gran sueño...
así sus ojos fue cerrando
y entregando su último soplo,
a quien tanto le había dado.
autor: Mÿçh꣣ë
©Derechos Reservados
Dedicado a todas las personas víctimas del cáncer. Seres valientes que luchan por salir adelante, brindando todo de sí; poniendo a Dios por delante, pero de forma especial, a una persona que admiré mucho y seguiré admirando, la cual fue víctima de esta terrible enfermedad. Un ser humano increíble. De esos seres que, sabemos que están aquí con un propósito; que dejó un hijo pequeño y un esposo maravilloso, a los cuáles su vida entregó con amor; ese mismo amor que le brindaba a todos los que a su lado pasaban. Sé, que algún día, nos encontraremos en el camino...
autor: Mychelle
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