04 abril 2006

Morir en tus brazos

No puedo lograr que los días sean mas cortos
te busco para poner fin a mis noches de desvelos
no te encuentro, vuelo al cielo a través de mis sueños
pregunto a la luna si te ha visto, me dice que busque en los mares

Salgo a tu encuentro en mi barca de amores
navego sin horas en el tiempo, no te encuentro
quiero decirte que !Te amo, Te necesito!
deseo mirar tus ojos, perderme en tu mirada

No te encuentro, ¿Qué hago con mis suspiros y mis besos?
Desfallezco por la ausencia de tu amor
se escapa mi alma sin vida, se pierde en un adíos sin regreso
buscándote y no te encuentro, !Vida mía!

Mi corazón está agonizando, está hecho pedazos
¿Qué hago? Me muero de sed
sed de tu cuerpo, tus besos y caricias
!Amor!, acompáñame a mi lecho de muerte

Deja que muera en tus brazos
envuélveme en el manto de tus caricias
aromatiza mi cuerpo con el perfume de tu piel
mátame con el néctar de tu boca,

!Así moriré, embriagada por tus besos!

autor: Milina





Andar Descalzo


Andaré descalzo
por las calles de tu cuerpo
por cada rinconcito
y la superficie de tu piel
sin temor a herirme los pies
porque sé por donde voy...

Me rozan tus arrugas
y conozco tus esquinas
también sé de tu vejez,
porque las calles son calles
desde que el mundo es mundo
y tu eres tú
desde que estás en él
aunque algún cirujano
te haya estirado la piel
yo sé donde tu piel es ella
y donde está estirada también...

Seguiré andando descalzo
para sentir tu textura
para apreciar tu hermosura
porque mi parte no está estirada
y es la senda de la vida
que conozco palmo a palmo
por las veces que la he andado
como un loco enamorado
y los pies descalzos.



autor: Leonardo José Perez Aparicio







Canción de amor para después de la vida

Tú que me miras, tú que me ves aquí
en la tierra
como en la tierra soy,
como en la tierra estoy sin merecerte,

tú, pequeña verdad humana mía,
aquí sin merecerte, sin merecer tu humana luz,
tu belleza tranquila y delicada,
fugaz y delicada como una luz tranquila,
capaz, ay, de envejecer y de morir también;

tú, sí, a quien he llegado
tan tarde ya, sin merecer ese sosiego ya
de tu pura belleza,
¿podré entonces, de pronto
encontrarme a tu lado revestido de aquello que quisera
para mí junto a ti?

¿Podré ser digno entonces de ti entonces,
y dignamente estar como quisiera estar:
dignamente a tu lado, mereciendo
continuamente lo que eres
ahora para mí,

en esta tarde en que tú estás sentada
al lado mío contemplando
con tristeza mi rostro,
que ha empezado quizá,
tan pronto,
a envejecer...?

autor: Carlos Bousoño


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