07 abril 2006

No me digas Adiós

No me digas adiós cuando me ausente,
ni derrames tus lágrimas saladas.
No me llenes de flores por almohadas,
que quiero olvido solamente.

Recuerda aquellos besos ya pasados.
Sí, esos besos, solamente,
que con amor, amor ardiente,
en tu boca dejé ayer como legado.

No esparzas incienso en mi lecho,
ni me pongas cintas de colores
que tengo el corazón lleno de flores,
y tu perfume impregnado en mi pecho.

No vengas con tu pena, ni una lágrima,
que ya todo pasó, ya nada importa.
Si en vida no me amaste, quedé rota.
No perturbes ya la paz de mi alma


desconozco el autor




Amor es...


Hay amores que al hacerse cotidianos
van volviéndose inmunes al olvido,
fantasmas de un idilio ya perdido,
que parecen acercarse a nuestras manos.

Son heridas que se quedan siempre abiertas,
son vestigios de pasiones desmedidas,
que transforman para siempre nuestras vidas,
quedándose dormidas o despiertas.

Son dolencias que se aferran con bravía,
para hacernos recordar constantemente,
que aunque puedan estar ya distantemente,
nos conmueven como nunca cada día.

Son amores como tú, amores viejos,
son amores intranquilos e imborrables,
que se vuelven poco a poco inolvidables,
aunque puede que del alma estén tan lejos.


autor: Alberto Madariaga





Soledad

En las manos vacías sólo se acuesta el aire,
intangible y esquiva bandada de estorninos
que llegan y se ausentan tras una sola noche,
sin voluntad ni intento de construir su nido;

estas manos que un día moldearon la arcilla
en la forma del ánfora de tus cinco sentidos,
vertiendo en ella un alma que adaptara su forma
con el acoplamiento de un viejo, rojo vino.

estas manos tuvieron el tacto de las tuyas
cuando a la voz, inútil, relevaba el latido,
cuando el tiempo era arena dormida en la clepsidra
y a los razonamientos desbancaba el instinto.

Si dos cuerpos, dos almas convergen en un punto,
más que el fin de un trayecto, se abre un nuevo principio,
no es el término donde confluyen dos canales,
es el vértice donde divergen dos caminos.

Siempre el hombre está solo, ya en el páramo mudo,
o en el desordenado tumulto del gentío,
aislado en el abrazo de la noche ferviente,
sea abnegada ofrenda, sea retozo efímero.

Intercambian los cuerpos compañías ficticias,
mientras vagan las almas como absurdos navíos,
quizá el mismo horizonte, mismas constelaciones,
pero estelas diversas, derrotero distinto.

¿Cómo compenetrarse seres tan desiguales,
si cada uno es un mundo, cada uno es un exilio,
palabra en lengua extraña sin mensaje accesible,
isla fortificada con muros de granito?

Cada cual mira el mundo detrás de su ventana,
por helados barrotes de hierro protegido;
no somos la gaviota de vuelo solidario,
somos el eremita clavado en su retiro.

En la ley de la piedra, más que el círculo abierto
de brazos alargados, rotonda o peristilo,
somos sobre la tierra, como dedos alzados
iracundos al cielo, rígidos obeliscos.

No nos unen ojivas ni bóvedas nos unen,
ni somos pieza base de torre o laberinto,
estamos solos, solos, como los cementerios,
somos grano, aunque a veces nos creamos racimo.

Soledad constreñida, dogal en torno al cuello,
que nos impone nudo de asfixiante castigo,
necesitamos voces, contactos, vecindades,
sean superficiales, tediosos o ilegítimos.

Soledad requerida, reclusión aceptada,
la sociedad agota, el mundo es enemigo,
abrazados al bloque de nuestra propia esencia,
comulgamos tan sólo con seres de otros siglos.

Disertamos en calma sobre filosofía
en el tonel abyecto de Diógenes el Cínico
sin que el ambiente logre tergiversar el curso
de nuestras opiniones o nos parezca indigno.

Elevamos plegarias bajo el sol del desierto
sobre la alta columna donde buscó retiro
Simeón Estilita, fugitivo de turbas,
que el aislamiento acerca lo humano a lo divino.

Quizá redescubrimos paz y naturaleza
de la mano llagada del afable Francisco,
que teniéndolo todo, se abrazó en alegría
a la hermana pobreza, tornándose mendigo.

O aprendemos humildes de la monja andariega
y de su compañero, de excelsos cantos místicos,
que se puede estar solo, feliz, en el tumulto
de la ciudad festera como en el campo idílico.

Fray Luis no sólo canta la descansada vida
a la sombra del árbol, a la orilla del río,
también sabe encontrarla, sin vanas añoranzas,
escribiendo entre rejas de los nombres de Cristo.

La soledad que invita, la soledad que llama
golpeando a la puerta con plácidos nudillos,
la soledad que ansiamos, cansados de la brega,
tiene piel seductora, suave como un suspiro.

La que invade la casa como escuadrón guerrero
que no hemos convocado, no tiene alma de vidrio,
frágil y transparente, es un búcaro rústico,
como el cemento, tosco, como el acero, frío.

Me he refugiado a veces en esas soledades
donde he sido recluso sin sentirme cautivo,
y he salido más fuerte, con la mente más clara
y el corazón más puro, más hombre, más yo mismo.

Y he sufrido el ataque de esa horda belicosa
que destruyó mi casa; mi silencio es un grito
que nadie escuchar puede, y tras la piel oculto
la anaconda que lenta me estrecha en sus anillos.


autor Francisco Álvarez Hidalgo







Acuérdate de Mí


¡Oh! cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmovil: ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán.

Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno;
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en mí!
Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto,
muerto para el amor y la ventura
esta en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso,
vacío, abandonado, pavoroso
sin luz y sin rumor;
Embalsamadas ondas de armonía
elevábanse a un tiempo en sus altares;
y vibraban melódicos cantares
los ecos de tu amor.

Parece ayer! ...De nuestros labios mudos
el suspiro de ¡"Adiós" volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy... nos apartan los profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más triste y más hondo el de tu olvido
que el abismo del mar!

Pero, ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio,
qué la distancia, ni los altos montes?
Ni qué son esos turbios horizontes
que mira desde aquí;
si al través del espacio de las cumbres,
de ese ancho mar y de ese firmamento,
vuela por el azul mi pensamiento
y vive junto a tí:

Si yo tus alas invisibles veo,
te llevo dentro del alma estás conmigo,
tu sombra soy y donde vas te sigo
por tus huellas en pos!
Y en vano intentan que mi nombre olvides;
nacieron, nuestras almas enlazadas,
y en el mismo crisol purificadas
por la mano de Dios.

Tú eres la misma aún;
cual otros días suspéndense tus brazos de mi cuello;
veo tu rostro apasionado y bello
mirarme y sonreír;
aspiro de tus labios el aliento
como el perfume de claveles rojos,
y brilla siempre en tus azules ojos
mi sol, ¡mi porvenir!

Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;
mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,
y ocultas a través de tu sonrisa
lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta,
y a pesar tuyo por mi amor suspiras,
y hasta el ambiente mismo que respiras
te repite ¡mi amor!

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas,
me acordaré de tí;
Cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre el mar y el cielo,
¡Acuérdate de mí!


autor: Carlos Augusto Salaverry



Balada del loco amor

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.

No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.

Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.

Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.

Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.

No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.

No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.

Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.

Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.


autor: J.A.Buesa..




PRINCESA

Desde que te escribo el primer verso

lo hago como si fuera el último,

porque lo primero siempre es emoción

y lo último, melancolía



Y así te celebro en cada frase

de alegría o de lamento

como un poeta a medio tiempo

en parte noche en parte día.



A quienes no poseen tu belleza

les has escondido la rima

porque no es bella la selva

sin el agua que la hace viva.



Son culpables pues las palabras

que avivan lo que eres

un retoño de la vida embellecida

con poesía.



Algunas veces cuando estes

lejos de mi mundo

me pregunto si en el tuyo

se extraña mi poesía

tal vez nó, porque allá

hay cientos que te aman

y no sientes en las noches

las ausecia de mis letras

como en las mias donde

me incendia el pensamiento

además de mis oidos

si tu voz lo acariciara.



Así entonces mejor verso te imagino

como una gringa

parte pequeñita de un racimo

inmenso de ternura.



Y así atrevido a contemplar tu tobillo

rosa y nácar con dulzura

imagina tu piel entera

como si imaginara el mundo

contemplándote a ti

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